He nacido al mismo tiempo que nació la democracia en España; tal vez por ello, he sido advertido en innumerables ocasiones que la democracia para este país no sólo es un sistema sino un valor que debe ser cuidado y respetado con mimo por la cantidad de tiempo que hemos estado sin ella.
He visto la democracia desde siempre, pero también he visto como su antítesis estaba también en este país, el terrorismo. Y es por medio de la bandera de nuestra democracia por la que debemos trabajar para la desaparición de esa lacra. ETA, además de ser una organización criminal y asesina, nos recuerda cada vez que nos hiere que los valores democráticos no anidan en todas las personas, que algunas personas sustituyen democracia por terrorismo. No existe un principio mayor que el de la libertad y, en su defensa, todos los demócratas deben estar unidos sin matices, sin peros, ni tibiezas ni condiciones.
Hace un año, en Calahorra, una terrible explosión conmovió a la ciudad. No sólo sus calles, sus edificios, sus bienes, sino también sus sentimientos. No hubo que lamentar nada que no pudiera ser reparado y un año después todo lo está, pero en mi recuerdo permanece una imagen que quisiera olvidar que quisiera que no se repitiera nunca.
No me refiero a los actos criminales, que en nuestra tierra tienen un rechazo radical, sino a la administración de ellos. Todavía no siento que exista un colectivo unido de demócratas contra ETA y quiero trabajar por ello. Tengo siempre la sensación de que después de cada atentado se repite la frase de que «todos los demócratas debemos estar unidos frente a los terroristas» a la vez que se mira hacia el objetivo de las cámaras para estar en primera fila y ver la posición en que queda nuestro adversario político. Serán creíbles nuestras palabras cuando, lejos de arrinconar al adversario cotidiano, creamos de verdad que lo necesitamos; cuando interioricemos que es imprescindible acompañar nuestras palabras con hechos para que los terroristas queden convencidos que a los demócratas les une un 'pegamento indestructible como es la libertad; que a los demócratas, frente a la violencia, no les unen unos objetivos sino unos principios y valores con los que se debe construir cualquier sociedad.
Un año después, las administraciones públicas han dado un buen ejemplo de colaboración. Se han tramitado los expedientes en un tiempo récord, se han reparado ya todos los daños. Hubo alojamientos provisionales satisfactorios hoy ya definitivos, se han abierto todos los locales comerciales, se han dado indemnizaciones y ayudas extraordinarias e incluso se ha abonado el lucro cesante de los negocios. En resumen, el balance es satisfactorio y deseo que entre todos hayamos contribuido a que los afectados después de la desgracia tengan la satisfacción del trabajo bien hecho y si ha sido así me felicito por ello.
En nuestra memoria y en la de los afectados quedará que las administraciones públicas, el Estado, ha dado un buen ejemplo de eficiencia en la reparación de daños materiales, pero ese recuerdo no será tan válido sino va acompañado con actitudes que expresen convivencia y con actos que profundicen en los valores democráticos. Valores que debemos practicar además de predicar; y yo, desde esta Tribuna, en coherencia con mis palabras, me comprometo a ello.
Cuando nacimos había desaparecido la dictadura. Mi generación posiblemente sea en la historia la que menos pueda explicarse que para defender un fin se pueda recurrir a la violencia, al asesinato. Somos la generación de la paz y por ello trabajaremos, para que desaparezca ETA y consigamos una verdadera democracia en libertad.
DAVID GARCÍA ESCORZA
PORTAVOZ DEL PSOE EN CALAHORRA
*Artículo de opinión publicado en el diario La Rioja en su Tribuna del 21 de marzo de 2009
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